jueves, 24 de noviembre de 2016

Humos y misericordia…



Nebulosas estatuas mitológicas que,  se juzgan,  pintadas en el aire. Góndolas a contraluz, capiteles, juncos y caña, fanales de aceite…música de la Francia de finales de los cincuenta, en la Italia de los sesenta, donde nos hallamos presentes, los cielos, cenicientas tonalidades, unidos con los rojos pasión que abaten en el mar, acariciando, la plata de sus aguas…la ciudad duerme, cada cual en su mundo, escribiendo el libro de sus vidas…miras por la ventana y ves como caen las primeras gotas de lluvia, abajo, cruzando el puente, divisas los paraguas de las gentes…como en un desfile, en la pasarela de sus vivezas, corren a resguardarse. En la plaza una niña con impermeable y gorro da de comer a las palomas. Los pescadores recogen redes y velas, y acercan las barcas al astillero, fuman sus pipas humeantes de Ámsterdam y hunden memorias en el mar. Rondan las ruinas portuarias, chavolas de amigos y conocidos indigentes que han prendido con maderas y cartones, fuego, a las tinas y  cubos de chapa,  para calentar los huesos y el alma y cocinar  los atunes que cada amanecida, los marineros, les traen para alimento…se sientan, juntos, como cuando eran niños en la escuela…donde aprendían a soñar…unos tuvieron más suerte, a otros las adversidades les enfermaron, sin embargo no han perdido el valor del afecto y de la solidaridad y hoy, mientras comen con hambre, el pescado, sacan una bota de vino y todos cuentan fábulas, ríen y beben, olvidando, por unos momentos la dureza de la existencia…los autos comienzan a rodar a esas horas y de las chimeneas de las  fábricas, el humo, fluye, contaminando el ambiente…no nacen flores en las aceras, no, solo asfalto y restos de ruedas chamuscadas. Los  adoquines resquebrajados, forman charcos que los muchachos camino del instituto,  pisan con regocijo, sin conocer lo que un día pretenderán  olvidar.
                                      -25 septiembre 2011-

















domingo, 6 de noviembre de 2016

Yakov...



Yakov solía comer todos los martes, poco más o menos, indisolublemente en el multirracial   Je T’Aime, café modernista de hipotético choque sociocultural con titulo de ostentosa realeza, sí, Yakov era un arquetipo forzosamente mediático y coercitivo…fácil de relegar, de estrías grotescas y amanerado…escapado de la viñeta de un cómic macabro, designando vacante la plana ambarina del esbozo, evadiendo el esferográfico de los aciagos designios del guionista y proyectante, calculadores del diseño comercial sin entelequia…no, Yakov no estaba dispuesto a que expiraran su caricatura a un insustancial magazín de exposición.

Experimentaba un vino amontillado y un ardor en las mejillas…se deleitaba del escenario de ofrenda que la bienhechora existencia le confería. Se hallaba sentado en el anochecer de la barra del refectorio escuchando los Aventis que los sirvientes prodigaban entre risa y carcajada, mientras recogían efugios de una extensa y ruda jornada de labor. El ostracismo había trillado un anónimo personaje en su andurrial…Yakov le echó una ojeada con inusitada extrañeza ¿Qué hacía allí, aquel, inmediato a él? ¿El local subsistía tan saturado que no había opción de ubicarse en otro término? Claro que no. El envite era ajeno a inclinaciones, ya que se encontraban a solas a excepción de los camareros y de un músico que afinaba su saxofón. Conclusión, no correspondía inquietarse, mera y llanamente un señor vete-a-saber-la-causa se hallaba allí sin más doctrina que una indisposición, un equívoco…requería fuego o algo prestado ¿vendía flores? Talmente la soledad del antro le desbordaba… ¿querría hacerle una confesión, algo había acontecido y comparecía a facturar el mensaje?... ¿una virulenta crónica, un incidente…?. Yakov comenzó a sudar, deslizándose un pañuelo por la frente. No podía ser grave reparando en la impavidez de su semblante…el asunto es que no le resultaba del todo incógnito y sin embargo aquel no le había saludado ni presentado su apremio ¿despertó sin prestezas? ¿Estaría huyendo de alguien? ¿Era Yakov su coartada? ¡Solicitaba dialogo! ¿Pues porqué no exponía nada?... solo miraba con unos ojos penetrantes que no le deponían indiferencia… pero no le daban a entender. Cada vez estaba más seguro de que le conocía de alguna situación conjunta, ¿en el ascensor, en la empresa?…quizá fuera el portero de uno de los hoteles que frecuentaba, o se habían cruzado en el crucero del verano…AAAH…ensoñación… recordaba Idra, isla blanca de piedras perdidas y rocas golpeadas por olas mordidas y cavernas hendidas entre las notas  de “Terra”del Bahiano Caetano Veloso, Idra, anclada en el egeo griego…

Yakov revive en diferente cultura la misma escena caleidoscópica de emotividad y sensación de encuentro con la naturaleza de virgen elemento      …marineros pintando en el mar calles estrechas de grises pinceladas… arrojaban el cebo y se asilaban en la contemplación de los agrestes acontecimientos.

Aquel, vestía elegantemente un traje negro de franela, camisa de tonos asalmonados, aderezada impecablemente con un chaleco a juego. Se le notaba satisfecho y holgado dentro de su prenda, cómodo, tradicional a esas ropas de selecta delineación. Con ello Yakov llegó a la ilustrada consumación de que el individuo residía afinadamente conveniente en su papel…innegable que era un conocido al que no recordaba…qué pésima memoria,¿un viejo amigo de la Universidad?, si, si, quedaba convencido de conocerlo, le tenía visto…¿pero donde?...simétricamente, Yakov principiaba a quedar harto, no se tenía que alarmar …qué más daba quien fuera, en su conversación le diría lo mal educado de su conducta y añadiría- aunque faltara a la verdad- que ese sitio ya estaba ocupado. Meditó largo y tendido y cuando por colofón decidió pasar a la acción, un financiero del establecimiento se le adelantó, acercándose con altivo porte y dirigiéndose hacia aquel hombre enigmático…Yakov suspiró conforme y aplacado con una sonrisa en los labios, justamente no tendría que brindar un espectáculo que por otra parte le resultaba del todo desagradable. Ahora le indicarían con buenas formas como era natural en una educación distinguida-y le constaba que el local era refinado de primerísima categoría y excelentes costumbres- si podía hacer el favor de levantarse y mudar de asiento, si pretendía permanecer en la estancia.

Así que llegó el anfitrión y le habló, apuntó algo que a Yakov dejó asombrado…helado…le hizo un gesto de reconocimiento mientras le

preguntaba si todo había sido de su agrado, aquel asintió y le dio unos billetes, a la sazón se levantó, acto que a Yakov le ocasionó un intervalo de respiro ya que al punto quedó petrificado cuando el propietario le dio a aquel las buenas noches acompañándolo al portón giratorio de la salida, este hecho no hubiera significado decididamente nada si el nombre con que le despidiera no fuese el de Yakov Petrovich Goliadkin.

                                                                         

Nota: Yakov Petrovich Goliadkin es el nombre del protagonista de la novela “El Doble” de F. Dostoiewski.     
- Relato y fotografías de Kim Bertran Canut.                                       

                                                          Mayo de 2003





















jueves, 3 de noviembre de 2016