viernes, 24 de noviembre de 2017

“El cielo de los gitanos…” (Noviembre 2017)










Este pueblito añorado de tantas infancias, con sus calles despeñadas al abismo, arañadas de hambres de alguna posguerra. Casas de madera y piedra con porches coloniales. Hombres oscuros acechando la negritud de pasadas (y también actuales) épocas de oscurantismo. Clérigos, ministros de contrabando, traficando, con las almas de incultos aldeanos que rezaban por sus pecados, impuestos por la fuerza y la opresión.
Pueblito construido sobre los escombros de una cruenta lucha civil.
La escuela, bombardeada por ignorantes detonaciones de barbarie, para no tener que dar lección, de los principios de las realidades universales de la existencia. 
Iglesia y alcaldía, engalanadas de oropeles y mármoles jerárquicos.
Los chiquillos, desheredados, jugaban con casquillos de metralla, aros y canicas, con los pies descalzos y las caritas manchadas de chocolatinas y barro en las rodillas ensangrentadas…salpicados de supervivencias de un presente que no aspiraba a más. 
Miraban la estrella antes de que prendiera la madrugada y se entintara el cielo de carmesí, anunciando como cada primavera, la llegada de los cíngaros en sus carromatos, tirados por jamelgos…Llegaba la feria y la farándula y con ella el olvido, mudaba las penalidades por unos días de júbilo y distracción.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Extraido de la novela: El Reflejo de los sueños en lunas rotas...

Luces de neón, barrio de continua farándula. Graffitis obscenos en las paredes, pintadas de sexo, religión, cruces gamadas, hoces y martillos y una frase que reproduce la que se encuentra en un rellano de las escaleras del edificio Tacheles, la última factoría contracultural de Berlín: "Tras la muerte de la espiritualidad, el hombre reclamará su alma". Graffitis de esperanzas, corazonadas e inquietudes. Bolsas de basura atravesadas por la espina que los gatos, hambrientos, relamían. Zapatillas baratas, sin marca, sin suela, sin fortuna, rotas por el uso continuo del día a día, tropezaban con cuerpos tirados al azar de las reyertas y bacanales al son de un réquiem, no de Mozart, tampoco de Brahms, ni siquiera litúrgico, tenebroso sí. Jadeos y manos prietas, sobre el buitre que vuela en un cielo rojo que sólo se divisa en este callejón.




martes, 7 de noviembre de 2017

Texto extraido de "Historia de otro camino" (Octubre de 2001)

Esopo, un tratante de arte, me habló del dadaísmo y el surrealismo de Max Ernst, de las confesiones de un rebelde de Sergej Aleksandrovic Esenin, me enseñó láminas de la etapa más espiritual de Kandinsky y de los exponentes del pop art (arte popular), Warhol y Lichtenstein.
Buhoviejo se hallaba sentado en su silla de cáñamo encontrada en el contenedor de la vida. Había saltado de muchos trenes en marcha, conducía un carro con cartones, mantas agujereadas y sueños desvanecidos bajo un cielo prieto de circunstancias adversas. Apretujando su cabellera gris, una gorra calada, de cazador ecologista sobre la cara surcada de grietas como barro en el lago seco. Curtido por el aire, el sol, el frío... y el rencor. Me ofreció cinco días de senderismo y un par de botas untadas de lodo del sur. Contaba que huía de las crueles ciudades con brutales terrados infestados de parabólicas y antenas-cruces gamadas que interferían en las ignorancias receptoras de ondas expansivas, atrayendo información negativa de poderosas sectas destructivas hacia una posible diversidad mundializada y enriquecedora cultura mestizada...