viernes, 22 de marzo de 2019

Sed felices… y no me toquéis las narices… (20 Marzo 2019)


Coqueteando suavemente sobre la húmeda hierba de pre invierno, se contonea tímidamente una pequeña flor de entretiempo, desnuda de tallo para abajo. Los enanitos del bosque se abrigan con gruesos jerséis,  mantas y gorras…
Faltaban pocos minutos para la medianoche, la niebla habíase disipado y allende de los ríos trucheros del norte, las abuelas de blancanieves tejían canastos y lavaban lana,  los cazadores de lobos, criaban algunos caballos y confeccionaban baratijas de hierro, caperuzas rojas y cuero.
Bajo unos árboles, alrededor de las carrozas y caravanas, las familias del reino, cantaban, tocaban la guitarra y las palmas, mientras bebían de una bota de vino, se pasaban de mano en mano un cigarrito de la risa y mantenían encendido el fuego de la vigilia con sumo cuidado de no quemar al niño de madera. Una espada de caramelo se hallaba cual leyenda anclada, encallada en una roca, nadie conseguía despegar el susodicho chuche de fresa y limón, hasta que por casualidad, un día pasó por allí la hermosa madrastra que perdió en unos traspiés su zapato de finas hierbas del campo y al caerse sujetó del dulce empalagoso y sin quererlo ni beberlo, el azucarado espadín cedió…la gente alrededor del fuego dejaron de cantar, de tocar la guitarra y las palmas y conociendo la fábula, corearon a pelo un ¡ooooooh! de asombro y acto seguido vitorearon a la bella que por su fuerza, llamaron bestia y allí mismo fue donde conoció al gran mago Merlín que trabajaba en un circo de las afueras de la ciudad de Nottingham. Entonces un famoso ladrón, un tipo al que llamaban Robin el truhán, por arte de birlibirloque se hizo con la espada, la cortó en pedacitos equitativos y repartió éstos con los tres cerditos y un tal Guillermo Tell que paseaba con su hijo, el cual llevaba una manzana en la cabeza…

En estas tierras mágicas, nadie muerde manzanas envenenadas, no hay ánades feos ni asesinan a madres de cervatillos desvalidos.
Peter el pan-adero, se quedó chico y no volvió nunca jamás a ver luciérnagas (cerditas de luz) y sí al capitán de 15 años que andaba perdido, buscando Valparaiso allá por los mares y selvas de las costas Peruanas, eso cree y cuenta el teenager.
Cualquier parecido con la fantasía, es pura realidad. Y como decía tartamudeando, un famoso conejo de la suerte, de los años 60: Esto es todo, amigos…













sábado, 16 de marzo de 2019

En los primeros años tenía, cierta precaria noción de tararear “Massachusetts” de los Bee Gees…(Junio 2018)


Los muchachos se divierten en el Billie’s, jugando a las máquinas del millón, escuchando discos del jukebox, fumando maría y tomando cerveza con grosella…Son los años 60’s.
Hace calor, los críos bulliciosos, se mojan en la única fuente del vecindario. En los charcos de agua creados, beben los perros callejeros y crecen las malas hierbas (ésas que nunca mueren)…al mismo tiempo cruza un viejo Moskvitch del 63…Un joven negro les mira desde la ventanilla de cristal, acribillada el sábado a la noche, cuando salieron a divertirse un poco por el barrio…llegaron de improviso los “Killers boys” con armas blancas y de fuego...y todo se disparó.
El padre está tumbado en la cama fumando un cigarrillo, se quita la camisa…hace calor y la mujer observa desde la ventana abierta, con mirada resignada, viendo el guetto en el que habitan tantas familias inmigrantes como la suya, hacinadas en los suburbios de las grandes capitales…

Familias cuantiosas de Harlem, Detroit (Ciudad del Estrecho) o del Bronx, amontonadas en habitaciones herrumbrosas…En las calles, las mujeres refrescan sus ardientes temperamentos. Alguien toca el violín en la tercera esquina. En la timba “la casa de los Arapahoes”, Muhammad Ali, golpea fuerte sus puños, hasta romper los 
guantes de piel de vaca, en la cara machacada y ensangrentada del contrincante. El público mafioso vitorea con enormes puros en las bocas y el humo cegando sus ojos (sí, como la canción de The Platters) En el callejón de la salida del antro, una pareja abrazada, se besa mientras en el suelo, dos indigentes, tosen bajo gruesos cartones y escupen sangre. Las bicicletas pisan las sombras de hombres invisibles que viven escondidos en las alcantarillas y desde los cielos echan destellos de lluvia con barro del sur…