sábado, 22 de diciembre de 2012

El Destierro del Perturbado.

Siempre río abajo con la mente entre las aguas tumultuosas, remolinos que se introducen en el pensamiento tenebroso, a oscuras, navega la barca del desasosiego con un hombre yaciente, una herida en la frente, gotas confundidas con el llanto, sin canto, acuciado por la busca perdida de un ente que no desea hallar la red que le atrapa entre aguijones de amenaza y el hilo que teje su mordaza. Sigue, el viaje sigue, los fuertes vientos levantan el tormento y se siente acorralado, mortificado en el creciente caudal, que gira, gira en espiral. Nubes cargadas revientan, vertiendo todo su veneno, alejando a aquel desdichado del azar, catapultando su culpa por la agónica corriente del cruel cataclismo, el error es temor. La cordura jamás alcanzará la orilla donde flotan los nenúfares y su olvidado encuentro con el castigo que huye besando el aire y su suerte. Mojado y hundido, por un sobrio momento la vela izada levanta el ánimo y el coraje del predestinado que, de pie, desafía al enemigo invisible y con voz de queja grita al silencio, único compañero que escuchará su plegaria, cristal que se romperá en mil pedazos derramados por el sueño que golpea ausente, febril, le transporta a un estado de vuelo imaginario, sereno equilibrio, para terminar construyendo unas muletas para que el alma entre de nuevo en el cuerpo y vea y sienta la cojera de la realidad. El corazón todavía late, sumergido, en las imágenes caleidoscópicas del mal enfoque de la fotografía de la vida. Fatiga interna del camino recorrido demasiado aprisa. Espejo de agua…sin rostro cautivo. Un relámpago desgarró el cielo, creando una noche horriblemente luminosa, encendida por sorpresa, el fuego quemó el asombro de su voz moribunda, cantos lejanos irrumpieron la cercana música de los tímpanos místicos de un oído temido, una inocente hoguera se había convertido en culpable incendio, tirado en tierra prohibida de una eternidad falseada. Enajenado y sin soledades, el humo ahogó toda esperanza y el bajel siguió río abajo sin cuerpo, abandonado hasta el amanecer en que una roca astilló el recuerdo y creó el olvido de lo no existido. Noviembre de 1996