martes, 24 de enero de 2012
Clemente…
Se halla cohibido, en un piso chiquito, austero…A Jonás le sabe a pueblo el silencio, las vigas de embero del techado, el rustico hogar de leña y su olor a cenizas, la abuela en la esquina con su perpetuo vestido negro, pieles pigmentadas y trenzas amarillentas recogidas bajo un sombrero de paja, sentada en su silla de cáñamo y avellano, saluda a la mañana con agradecimiento. Sincero, habita y deambula, Jonás, con óbito pausado, agonizante, pintando cielos con alma ensangrentada. Lamenta su esencia cobarde y banal, suele sollozar por los demás y se apiada de su indigencia interna ¿pero quién absuelve su impureza? ¿Quién recoge sus equipajes secretos, sus oraciones misteriosas, siniestras, en la estación de crucifixión? Disfrazado de sombra, su pensamiento huye, solitario, mientras el gato níveo de la anciana madre (que sigue aún, hoy, afirmada en su silla), lame las perspectivas…como silentes espinas. Alguien escribió la existencia, con pluma de ave, en las paredes de su morada de pergamino, maculado, con tinta beige de otra época.
Llueven noches, intuye lunas, sufre cada instante, muere como tantos, jornada a jornada, siente la tristeza en los ojos de mirada huidiza, observa la pena que invade la luz artificial del neón, reflejada en las aceras. Es madrugada en el drug store…batidos de coco, helados y música de clarinete, hamburguesas y cervezas, en la barra, aglomerada de gentes de paso.
Quizá mañana se acerque Jonás a contemplar los desfiles del alba. El astro como faro de un carruaje, ilumina la ilusión y deambula zigzagueante por los caminos, hacia otras tierras, distantes, tal vez más fértiles y salvajes.
11-11-2011
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Quizás mañana.
ResponderEliminarEvocador y claustrofóbico a un tiempo, pero sencillo y triste
Pilar: Sí, una mezcla de desolación, encuentro y evasión diría yo jajjjja Un abrazo amiga mía
ResponderEliminarEntrañable y sentida antítesis entre lo que fue y lo que es, entre el pasado y el presente, entre el silencio con sabor a pueblo y la luz de neón con sabor a hamburguesa, entre lo que se sintió y entre lo que se siente, entre la infancia y la cruel edad adulta.
ResponderEliminarLa descripción de esa casa materna me ha parecido de una calidez (y calidad) casi palpable y visible.
Que los recuerdos y la capacidad de soñar no se esfumen entre la vorágine del asfalto.
Besos, Kim.
En este momento me gustaría ser Jonás.
ResponderEliminarSobre todo para que hablaras de mi.
Jejejeej
Y así es como sin quererlo estamos...entre una cosa y la otra, entre la vida y la muerte...
ResponderEliminarExcelente relato amigo, me gustó mucho.
Saludos.
Me produjo una sensación contradictoria, cuanto más lo leía más me apretaba, pero más quería seguir leyendo...
ResponderEliminarUn gran abrazo.
HD
¡Qué bella manera de organizar las palabras! Logras que el lector sienta un vacío en el estómago. Hay silencio y soledad, luego ruido y más soledad.
ResponderEliminarUn saludo.
Marisa: Un relato de carretera, de camino errante y viajero de paso...Quizá sean los más recordados, aquellos que solo comienzan y no se oxidan...huellas en nuestros senderos que nos llevan al cruce de nosotros mismos…Besitos.
ResponderEliminarTecla: Podrías muy bien haber sido un sueño...pero eres tu ¿una realidad, una ilusión? Besitos con imaginación
ResponderEliminarMOVISI: Aposentemos nuestras coordenadas, desde las costas hospitalarias que nos presencian y las letras trazarán un largo recorrido...Abrazos amigos.
ResponderEliminarCarles Valls: Agradezco el esfuerzo de enviar unos caracteres...más no soy devoto de estos anuncios…un abrazo sin automatismos.
ResponderEliminarHumberto Dib: Somos paradójicos, compañero, en el fin está la solución…pero hay que pasar la página jajjaj y no siempre el viento aligera el espíritu…Un fuerte abrazo
ResponderEliminarPersona:Buscamos poder cultivar con el “pobre sentir de la palabra”, algún aspecto sensible que explique interiores y suministre buena cosecha…Visitaré en breve tu blog.
ResponderEliminarBienvenido, Kimbertrancanut.
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