“Gigante que cruza errante, sin suelo que
pisar…llora el monstruo que ya pidió perdón al destino su condición de sombra
deforme, sin pasaje de transición…reflejado en el lodo de una realidad hostil,
apaleado por la soledad, maldice a quién sembró su semilla sin ningún escrúpulo”
Suspirando iba buscando alguna sombra de alimento
para, comer las migajas del hambre…remordimientos de sus pasos, iba encontrando
por el camino, melancolía, desolación…nauseas y vómitos en el asfalto, sudor,
mierda, y orines en su
interior…miserable. Caída la tarde, ya no aguantaba de pie, oscilaba como por
el viento mecido y un trágico pensamiento en su espíritu debilitado, le roía
con ardor mortecino.
-Señora un poco de compasión, proporcióneme su
bendición y alguna moneda para salvar tempestades… ¡Eh, muchacho! concédeme un
trago, que facturo el alma reseca…y un cigarrito pa’ echar humo, por favor… el señor
te lo pague.
¿Quién era este ser taciturno y maloliente que se
refregaba por las callejas, respirando entrecortadamente, entre trago y trago?
Cuando no yacía en la losa fría de la noche eterna, acompañado de Luna y
estrella, era en un banco de piedra, bajo la lluvia húmeda, o en algún parque
público, sobre un plumón de hierba fresca.
¡Ah, cuando hacía acto de presencia el astro
solar! Remontaba el telón de su pequeño coliseo, el teatrillo de toda su
existencia. Qué fabulosa sensación,
bañándose en su luz…buscaba ese
segmento encendido. Doraba el cuerpo con
sus hilos amarillos y el calor le reconfortaba el ánimo, tan disminuido, tan
raído, secaba las ropas y caminaba más erguido que nunca…en esos días saturados
de penalidades.
¿Qué le ocurrió a este tipo, desesperado y abatido? ¿tendría algún pasado? De qué siniestro
mundo trataba de desaparecer o simplemente había poblado el
infierno dantesco de las adicciones y las demencias.
-¡La sociedad aniquila al individuo¡ alegaba…¿O
acaso sabes tú a donde nos lleva este camino?
En la balanza del equilibrio, a un lado el vacío,
en el otro…un hueso roído.
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