"Con semejantes libros, Miquel comenzó a preguntarse el significado
del bien y del mal, sobre todo con dos de ellos: El árbol de la ciencia,
de Baroja y Crimen y castigo de Dostoyevski. Éste último tan miserable y
hermoso a la vez…cómo conseguía el autor resucitar a los muertos, sacar
de la miseria las riquezas del alma humana. Qué difícil tenía que ser
meterse uno dentro de sí, para poder describir con simples palabras
inventadas por el hombre, unos sentimientos y sensaciones
venidos del más allá. Debieron ser seres fantásticos, locos quizás,
inadaptados, extravagantes, introvertidos…pero que lograron imprimir sus
inquietudes y tejieron unas alas para que nuestra imaginación volara
lejos de vez en cuando y construyeron unas muletas para que de tanto en
tanto, bajáramos, viéramos y sintiéramos la cojera de la realidad".
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