
El anciano sin apodo, sin políticas ni religiones… conoció las artesanías mediante dictadores que explotaron su integridad como individuo y tiranizaron su jornal a costa de azotes físicos y psíquicos, llagas siempre beneficiosas para el patrón. En la ciudad manifestó su disgusto con los encargados de la ley, el orden y la justicia y fue preso por la civilización, que le encarceló, consumió y materializó como a un “extraño ser, agresivo y salvaje”. Expulsado, se retiró al bosque lejano y allí en la Naturaleza, alivió su deshielo, arrancó las cadenas del sometimiento y cultivó su alimento en libertad.
Diciembre 2007.