sábado, 26 de febrero de 2011

Kim Hereu Majoral

"Hay guerras monstruosas
donde mueren miles de seres humanos,
Y existen guerras internas
donde muere uno mismo..."

viernes, 18 de febrero de 2011

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido, sembraré pensamientos.Enterraré los momentos desagradables, más, procuraré rescatar de la memoria, los instantes mágicos de mi niñez, transcurridos en ese pueblo pequeño.
Veré sus casas de piedra y los tejados de pizarra.
Pobladito de gentes alegres, trabajadores del campo.
Recorreré las inmensas montañas…casi alcanzando el cielo.
Allí a los cuatro vientos, jugué de chico, con imaginación y soldaditos de plomo.
Todavía percibo el olor de los lápices, la goma de borrar y la tiza esgrimiendo en la pizarra de la escuela.
En las noches frías, antes de dormir, Enid Blyton y Julio verne me arropaban, con sus páginas amarillentas, plenas de aventura
…ah! Que tiempos tan  fantásticos y entrañables, los de ayer…

domingo, 13 de febrero de 2011

Pinceladas del Alma errante

 De nuevo hoja lúcida, quedo aquí contigo…lejos de masivos ordenadores de pantallas reflectantes que coartan mi inspiración…musa lírica…en estos días de sequía, siento la vulnerabilidad de estar preso, sí, como en otra entidad que no es la mía y sin embargo debo seguir penado, pues el miedo congela mi quehacer…temor, pánico a volver a un terreno que jamás habité …pero que adivino palpando mi piel, advierto su brisa y distingo el sendero y la luz que me grita…una frecuencia en off me dictamina…observo en pasivo, vegetando entre dos trincheras…recibiendo todas las balas en soledad…camino por mi celda, doy giros en tres metros cuadrados y recorro más vía que cautivo en libertad. No he llegado y tampoco he salido… ¿Dónde me encuentro pluscuamperfecto? Remoto de ti y lógicamente, no en el mundo de ellos…soy un extraño, sin lengua, ni patria…soy impúber…hijo de experimento…soy tu otro, fuera de yo, sin mi…etéreo, grácil… impregnado de pueblos desnudos, bosques salvajes…pretéritos primigenios…cuerpo acariciado por interpretes de mentes en danza…y la música suena dulce, palo y piedra golpean sin composición temática. Razón de escribir?...por qué respirar si nada es esencial…necesario, significativo. Primordial? Y el equilibrio del Astro despellejando mis sienes, allá sentado, en el banco cardinal del camino. Días festivos, ocios de muchedumbre…al andurrial departen dos mexicanos ¡con qué ahínco! Siempre como brújula, su tierra, nomás cuate ¿se juzgarán extranjeros? ¿El origen de las fronteras? Qué afecta donde nací?...la moneda quema en las manos como fuego prendiendo en el animo, reflejos en tus ojos, sí, sí, aliado, indícame qué vas a forjar mañana…seguirás, retornarás? O acaso ya más experimentado, te tumbarás contemplativo y pernoctarás en las calles portuarias, tullidas, de duendes que se suicidaron al equinoccio y asumieron, su término de letrados de la autopista.
El arte se encuentra entre bastidores, no haré acto de presencia en el escenario de decepción donde el telón no tardaría en bajar como hoja de acero afilada.
Me rebelo ante un mundo destructivo que accidenta y lincha a sus creaciones... Justicia es una palabra legal, nomás.
El reflejo de ojeada inquieta, el padecimiento del ser postrado…la inquina de no ser interpretado coherentemente. Qué le prohíbe inhalar el goce del olvido antes de escuchar los pasos del recuerdo, acercándose como sabuesos adiestrados por asesinos mercenarios, exterminadores de razas evacuadas, a inexistentes campos de refugiados…donde se hallaba la infancia, ahora se posan los pájaros sobre las sombras de tierras lejanas, que viejos antepasados, verdugos colonizadores, sembraron ciento sesenta acres por cabeza…cortada.
La flor del Sol…desplomando sus pétalos…prendiendo la arena del desierto con la leña seca de la mañana…las brasas del fuego helado nocturno, que entierran el aire escurridizo y frío…la noche herida, muere por la mañana y la Aurora ensangrentada prorrumpe al amanecer…complacido y a la vez perdido, proveyendo fusilamientos de Albor y nube. A menudo dudo de la credibilidad de los sueños.
Un adiós triste se fugó en el vagón…dejando la última esperanza de encuentro en el andén y en el vuelo de un pañuelo…mojado por el llanto…ya se terminó la cartilla de racionamiento…


-Abril 2008-

domingo, 6 de febrero de 2011

LA LEYENDA DEL SUICIDA (ENTRE SOMBRAS DE LO REAL)

A Sócrates Expósito, la vida nunca le había dado un abrazo. Nacido de la tormenta, ésta sería su noche, su frente, su perfil…su acompañante. La triste composición de una partitura inacabada. Siendo apenas un niño, una hemorragia de lágrimas le creó una herida que sería eterna, ya por entonces empezó a odiar las cenizas de aquel maltrecho mundo a punto de hundirse. Pasaron algunos años, cansado de recibir tantas puñaladas, decidió una luminosa mañana, poner fin a su atormentada existencia. Con una cuerda escondida bajo el abrigo, marchó de casa, orgulloso, masticando la sonrisa del predestinado. Durante varios meses lo había estado planeando con detalle y precisión.
- Bien, se dijo, hoy es el gran día…vamos allá.
Comenzó a bajar los estrechos peldaños del viejo edificio tan apresuradamente que resbaló en el rellano encerado ¡qué susto! suerte que se sujetó a la barandilla,
- Casi me rompo una pierna, podían colocar un cartel de aviso.
Con el corazón cabalgando, olvidó el incidente y siguió adelante, caminando por las hermosas calles de su ciudad natal. Iba obsesionado, absorto en pensamientos, contento del día que había elegido, el cielo de azul intenso, flores en los jardines, un perro que se orinó en su zapato…
-¡Eh, oiga tenga cuidado hombre! su perrito acaba de estropear mi mejor calzado, a ver si vigila dónde hace sus necesidades el chucho.
El hombre, que llevaba gafas negras y un bastón blanco –encima snob, pensó Sócrates- le tendió la mano.
-Por favor, lo siento enormemente.
Y se fue con presteza. Cuando abrió la mano se encontró con un billete doblado.
- Qué me ha dado, si con esto puedo comprarme cuatro pares de zapatos.
Quiso devolverlo, pero le resultó imposible dar con él, el hombre invisible se había evaporado. Pasó por una tienda, entró y se compró unos mocasines que le sentaban muy bien, al levantarse para ir a pagar a la caja, la chica que le atendió le explicó que no debía nada,
-¿Cómo qué…?
- Hoy es la inauguración y a los cinco primeros clientes no les cobramos, enhorabuena señor. Gracias, adiós.
- Pero bueno…en fin, hasta luego.
Confuso, continuó el viaje hacia las afueras de la urbe, allí entre pinos y encinas esperaba “su árbol”, alto, grueso, majestuoso, una joya de la natura que daba confianza y seguridad. En una rama colgaría la horca y en el aire fresco de la noche, oscilaría su cuerpo, descansando el sufrimiento al amanecer junto a la sombra del tronco ceremonioso. Así despistado, con el cerebro balanceando aún, pasó un semáforo en rojo. Pitidos, frenazos, insultos, percibieron sus oídos castigados.
- ¡Desgraciado, Suicida!
- Dios, por un milagro no me atropellan, vaya racha.
 Siguió cabizbajo y taciturno hasta que algo rozó su brazo, una maceta de geranios se estrelló en la calzada, la sangre asomó en la piel, miró arriba y gritó al balcón. Un señor sexagenario bajó rápidamente y le hizo subir con toda clase de reverencias, disculpó su descuido y le limpió la herida. En una esquina de la casa había una niña bonita que le regaló su sonrisa.
Se dirigía a la periferia, a un frondoso abismo de vegetación aislado. Una densa niebla le cubrió, envolviendo sus sensaciones, creyó sin ser creyente que se encontraba ya en el cielo, pero no, olía demasiado mal para la eternidad, un fuerte olor a quemado, la nube era humo, giró a su alrededor, de una de las muchas fábricas, las llamas asomaban por
los ventanales, el cielo convertido en infierno. Un muchacho adolescente se asfixiaba. Sócrates se acercó a toda prisa, trepó como un gato por los sobresalientes de la pared, llegó y saltó adentro, ató la soga a un armario macizo, el chico se le abrazó desfallecido y así, entrelazados, llegaron a tierra, sanos y salvos. Todo el vecindario les aguardaba, ya llegaban los bomberos, se sucedieron los flashes de los fotógrafos, las entrevistas de los periodistas, Sócrates se escabulló y huyó del bullicio con la cuerda un poco chamuscada bajo el abrigo. Quería llegar antes del anochecer a la cita. Sus pasos ahora cruzaban el anciano puerto, Las gaviotas pescaban y el horizonte…pronto se reuniría con él. El agua enfurecida chocaba contra el dique y las rocas salpicadas, esculpidas por una mano indómita. ¿Era un espejismo o alguien se agitaba en el agua? Fijó su mirada y descubrió sorprendido, el cuerpo de una mujer que se retorcía desesperadamente, ahogando gritos y sollozos. Él era mal nadador, sin embargo no dudó un instante en lanzarse al mar, sin pensar en nada más que en luchar contra las olas enloquecidas, vencidas éstas, alcanzó a la joven y agarrándola por la mandíbula, con mucha dificultad, apuró las fuerzas llegando a buen puerto. Le hizo la respiración boca a boca, La chica había tragado medio mediterráneo. Al cabo de un rato, con un ruedo de gente entre ellos, los pulmones fueron achicados y la respiración normal, volvió al curvilíneo cuerpo de la escultural sirena. Él no había podido apreciar su belleza hasta pasado el mal trago. Ella miró a Sócrates agradeciéndole su coraje. Los de la ambulancia la tendieron en la camilla y marcharon con las luces de urgencia. Ya era muy tarde, se apresuró, por fin divisó el bosque, quería hacer las cosas bien, con luz para poder trenzar el nudo del collar. Allí estaba frente a él, desafiante “su árbol”. Subió hasta la rama más gruesa, la rodeó cariñosamente con la cuerda, se colocó el colgante en el cuello, mientras la felicidad existía. Estando allá en lo alto, atisbó a dos maleantes quitando el bolso a una pobre anciana. Anudó la famosa cuerda, se quitó el lazo y saltó sobre los dos criminales, les golpeó con rabia, ahuyentándoles. Recuperó el bolso y se lo devolvió a su dueña, la señora se lo agradeció con un himno de aleluyas, y santiguándose dijo que rezaría por que tuviera larga vida. Quedose solo, pensando en todo lo que le estaba ocurriendo, de repente un puñetazo le trajo al mundo real. Los asaltadores no se habían ido muy lejos, pero no contaron con la fuerza de un suicida que deseaba terminar su obra. De dos manotazos y cuatro puntapiés, les dejó en el suelo, yacentes. Recogió la soga del árbol y les rodeó con ella, asegurándose de que estuvieran bien maniatados, les hizo recuperar el conocimiento y cansado de llantos e injurias, de sobornos y amenazas, les acompañó a la comisaría. Cuando salió de prestar declaración, la noche era más negra que su pena. De regreso a casa, se cruzó con una mujer de formas provocativas y cara angelical, ¿A quien le recordaba…? Ella le miró, penetrando en su interior y con los labios carnosos le saludó, claro…era la sirena del puerto; ella sonriente le abrazó, le sujetó del brazo y atrayéndole, le besó.
- Tú me has besado primero ¿no?, anda, vamos a tomar unas copas…
 Y juntos entraron en un local musical, la química hizo el resto y se vieron al día siguiente, y al otro, y al otro…

Conclusión, mensaje o moraleja: A veces la cuerda de horca destinada a la muerte, puede atarte a la vida.

Octubre 1998.