domingo, 30 de enero de 2011

PASTÍS DE BOHEMIA


Desde la onírica posada, “la lenta agonía del poeta en el infierno etílico”.Tiranión, el náufrago, ve como se aleja la ola que le trajo el equipaje hasta su playa existencial. Cruza los dedos y se retuerce de dolor -permítame que le aconseje la costa- había prescrito el doctor José Curado de Raíz, orientando posibles dudas a su paciente. Las palabras del especialista fueron directas y precisas, tal como él exigía: Una enfermedad pulmonar le minaba la vida por el corto atajo de unos meses. Y he aquí un billete de tren, la estación y el hombre en el último y silencioso andén que el destino le deparaba. Jeremías es un visionario que ha llegado a Barcelona para estudiar la cultura milenaria de la ciudad, sonríe…
Saturio, taciturno y abotargado, disfrutaba de aquellas montañas rocosas donde antaño habitaron los guanches en el interior de las cuevas todavía con espíritus de los primitivos isleños. Por el día, Desiderio paseaba acariciando las aguas de su retiro voluntario, las noches rezaban perfiles agrestes de conciertos, convirtiéndole en estilita espera de muerte en la roca litúrgica de queja y súplica, composición para solo de violonchelo. En las orillas se levantaba el pueblo de calles arenosas, bares de absenta y mezcal, huellas de eternidades y pasos de carruajes. Sal en la piel esmaltín del verde mediterráneo. Ubaldo sortea la brisa, esmerado en conocer el dobladillo anímico del azar de los moradores que poblaban tristezas, pescado y enajenadas formas grotescas de arte, compaginado con entusiasmo visceral de inteligente aprendizaje. Ah…cuántos ratos en la ermita sin santos, sin iconos…le bastaba la frescura de la sombra sobre la losa de pizarra. El cielo pintado con óleos y pasteles de gamas y tonalidades suaves del color que imaginaba sería la paz de una prisión alada, el beso tangible de la libertad. Y Ponciano se sienta para escribir esta historia, se encuentra preparado pese al pánico y la angustia del primer impacto, cuando de súbito se alteró y desesperó. No sabe si el tiempo ha desaparecido. Suenan campanas en tierra muerta, y Demesio aletargado en apacible ensoñación…qué más da si los mares de nubes son reales, si él u otros están en este rincón o quizá los siglos permanecen en calma, dormidos…en el quieto espacio de la fábula y el mito.
Releyendo el libro misterioso de invierno, mira el reloj de su abuelo que cuelga del bolsillo del chaleco de tergal, una fotografía de un adiós se refleja en la tapa con el movimiento de las manillas, tic, tac, tic, tac… ¡Clic!...se guarda la parada nostalgia en el sombrero de fieltro y una lágrima de cuarteto lírico en el pañuelo, mientras recogen flores las dos muchachas, niñeras de su infancia ensortijada en pamelas de paja, dulce brebaje, embriagador masaje.
Aitor sube los peldaños del cansancio, mojado de lluvias resguardadas en el cobertizo de los recuerdos y tras deleitarse del “Bodegón del zapato viejo” de Joan Miró, se acuesta en la cama de la austera habitación con un solo armario y una pequeña mesa coja, un tapete quemado por un cigarrillo y una lamparilla siempre fundida.
Cierra los ojos, entona una plegaria india que habla del magno vacío y emprende un nublado viaje con su mágico amigo el genio conciliador y emotivo que le susurra al oído reposo, reposo…
Despertado por una música arrebatadora, se apresura a descubrir el motivo del festejo. Baja de tres en tres los escalones que le separan del café-teatro. Encima de la mesita de mármol, un periódico con las páginas desplegadas, junto a la taza humeante de aromáticas hiervas. Cinco balas y un cuarto de luna sobre el barniz del piano. Hoy la tertulia de “Catarsis” se halla amenizada por Adelis y Adis, unas chicas cubanas de grácil figura que bailan un son y una guaracha al compás de guitarra, palmas, congas y timbales. En la esquina, un boceto de Picasso, un cartel circense de Tolouse-Lautrec y una inmejorable imitación de Juan Gris en la pared. Aplausos y un cíngaro italiano da las gracias apoyado en un bastón recogiendo las monedas echadas en la chistera de la ilusión. “Quatre Gats” conversan sentados frente a sus vasos de inspirado alimento, hablan sobre el decaimiento del modernismo y del parecido del paseo de gracia barcelonés con los bulevares parisinos.
Reconoce a los contertulios porque todos son los mismos, no hay nadie, sólo él y él no está allí. Date cuenta de que has estado leyendo una hoja en blanco.


Marzo 2001

sábado, 22 de enero de 2011

...de la novela Imaginación Atrapada.



En el recreo de la tarde, Miquel y Nando, se dedicaban a investigar la vivienda de las hormigas, para ello agrandaron el pequeño agujero descubriendo un largo pasillo, recorriéndolo en canal con el dedo, les pareció interesante la construcción, a un lado y a otro, ocupadas habitaciones de grano y migas de pan, cuando terminaba el pasillo otro agujero llevaba hasta el sótano.
-Mira qué curioso, seguro que ahí duermen, juegan y comen.
-Lo recogen en verano para todo el invierno, ¡qué inteligentes!
Dejaron de martirizar el hormiguero, sintiéndose culpables: estaban destrozando un hogar, les asaltó el remordimiento. A ellos, los adultos les destrozaron el suyo. Miquel lloró al recordar las ruinas, el fuego, las mujeres y niños medio desnudos en las calles…Nando le miró a los ojos:
-Fue muy triste.
-Por qué tienen que existir las guerras, por qué matan los hombres, ¿Por qué?
Se abrazaron y lloraron.
-Nando, no nos han dejado ser niños, nos han enseñado demasiado pronto. Yo no quiero crecer, no deseo parecerme a ellos, tú eres mi mejor amigo y esta vez nadie nos separará.

viernes, 14 de enero de 2011

El faro trashumante (…de brunas encendido)

Allá donde la leyenda no se recuerda, nace la solitaria postal que envió Jenofonte, en la primavera de un año, día y mes, que no importan en la memoria de nadie. La existencia en el faro, sería una vida tan solo para él y sus adentros,  rodeada de rocas agrestes que las aguas saladas, embestían con fuerza endemoniada, esculturando figuras mitológicas, seres y bestias que representaban un pasado en el tiempo, y que residían en sus sueños, en las noches templadas, acompasando cadenciosamente, liturgias agonizantes, que perecían en las arenas de la playa…en aquella orilla, donde al llegar, sepultó las nostalgias, dolor y pánicos.  Los rayos del sol, disparaban a la sinrazón, que iba cobrando dorada cautela. Mundos misteriosos cruzaban el horizonte. Tatuados viajes exóticos, traían olores de inciensos y sándalos, garfios y patas de palo…almas de marineros hundidas en las profundidades. Navegaban navíos sin pesca, se adivinaban el hastío y el hambre,  el brillo de las espadas y el filo de la navaja en garganta amotinada y el holograma pretérito se lo engullía el remolino, cuando llegaban las tempestades…En este territorio salvaje, vislumbraba el hombre (Jenofonte), el equilibrio de sus cuatro puntos cardinales. Y la historia que llegaría a continuación, solo le pertenecía  a él, por herencia y voluntad propias, así que, deberíamos respetar su pensamiento, y  poner en este preciso espacio, un punto final.
-9 de Enero 2011-

viernes, 7 de enero de 2011

El Beso del Hotel De Ville.


Robert Doisneau (Gentilly, cerca de París, 14 de Abril de 1912- París, 1 de Abril de1994). Fotógrafo Francés.
La foto se publicó en la portada de la revista life en 1950.
A Doisneau se le llamaba “El pescador de imágenes” espontáneas, sin embargo esta foto tuvo su “pequeña leyenda”: siempre se creyó que había sido tomada al azar, furtivamente…años más tarde varias parejas alegaron ser los protagonistas de la famosa foto, en 1992 un matrimonio le demanda. A Doisneau para defenderse en el juicio, no le queda otra elección que confesar lo que hubiera preferido velar: que la pareja de la foto eran actores contratados para posar. El Fotógrafo presentó como prueba la serie completa de fotos tomadas. en distintos puntos de la ciudad con la misma pareja.
Bien, el atractivo del beso se esfumó. Pero Robert Doisneau sigue siendo, el gran artista captador de vivencias cotidianas en las calles de París, que retrató como nadie la Resistencia, La Guerra y Posguerra y su entorno más cercano y mundano.