Vi “American Beauty” (1999) de Sam Mendes, en aquel cine de estreno, la
consideré una película correcta, sin más acidulantes que añadir, al
salir de la sala, comentamos y hubo diferentes enfoques… en el camino de
regreso fui sin darme cuenta (subconsciente) hilvanando los hilos de
nitrato de celulosa y cuando llegué a casa, mi postura había cambiado
íntegramente: Ahora me pareció una magnífica obra de destreza, que
derrocaba el conservador sistema de vida americano, la hipocresía
y la cara oscura de la sociedad del norte de américa, dándonos permiso a
saber que nada ni nadie es lo que aparenta ser en la realidad y a
partir de aquí se suceden una vorágine de sueños de lolitas, rosas
rojas, amores incondicionales a los padres, locos coherentes,
homosexualidad y represión, nazismo y xenofobia, matrimonios
convencionales y poco sólidos, la comedia de la vida y la trágica
existencia, esa eterna compañera que a menudo representa el suicidio de
la razón de ser...y llegan las separaciones, la ida hacia atrás en el
tiempo sin conseguir los mismos resultados de la juventud, los sueños
rotos, la esperanza, los odios y enamoramientos de los hijos, la
falsedad y el encuentro final con la muerte de toda lógica y el
asesinato opresivo y rencoroso del radicalismo social, moral y ético… Kim Bertran Canut.
Danny Lyon (1942) nos transporta no sin algún “tic” de nostalgia y
melancolía a aquellos años 60, donde los jovenes americanos se rebelaban
y querían tomar las riendas de sus propios caminos. Nos muestra las
largas y desiertas carreteras, mítica ruta 66 y otras, los rockeros y
ángeles del infierno en sus motocicletas “viviendo la carretera, los
bares y el rock and roll”. Danny también nos enseña con su cámara
màgica, las prisiones texanas y los presos trabajando la tierra. Las
luchas de los derechos civiles de aquellos belicosos tiempos, las
revueltas de los negros, Martin Luther King pidiendo acabar con la
segregación racial…Un testimonio memorial latente, que aún hoy en
nuestros días, continua sin solución…parece que a los “seres humanos” no
nos gusta compartir el alimento, ese pan que amasamos todos, con las
mismas manos de individuos sociales, o eso nos gusta creer.