
Actuales incidentes personales, forjan, que mi tiempo libre, se haya expandido, en todas las hechuras dables. Esto hace que casi a diario, salga de casa con la cámara (digital) fotográfica, colgada del cuello…Un hábito que hace años ambicionaba instaurar en mi vida y que por varias razones, entre ellas, la carga y volumen de mi, Minolta analógica, de aquellos momentos, me impedían llevarlo a cabo.
Salir a recorrer las arterias de la ciudad de Barcelona, escrutando imágenes estimables a mi complacencia y modelo social, logran a menudo la simbiosis entre complicidad visual e integración emocional…El enorme entusiasmo por crear, o mejor dicho, por revelar lo ya construido, y que unas subsistencias morales, sancionadoras, crueles y deshilachadas, nos paralizaban del deleite de su enfoque fantástico y mágico.


A veces te sientes zozobrar en estas tierras inseguras, vas en busca de compañeros de carretera y disparas la imagen al azar…tal vez a la noche alcances pernoctar bajo techo y sin frío en el alma, húmeda de escarcha social…
consigas la paz interior.
La fotografía nos plagia un estremecimiento indagador de, invocación al repaso, de lo que nombramos “vida”, la nuestra y la de nuestro alrededor, así vivimos el pasado en imágenes quietas, pero reveladoras de un tiempo y su sustancial entorno…
…encuentras material fotográfico en cualquier rostro, en cualquier calle o paisaje de esta tierra hiriente y convulsa…miradas, gestos y acciones sociales…todo continúa aquí, el tiempo es simplemente eso: una cámara oscura donde atrapar y enquistar el momento esencial, visto desde el alma y el sentir del objetivo…