Se halla
cohibido, en un piso chiquito, austero…A Jonás le sabe a pueblo el silencio,
las vigas de embero del techado, el rustico hogar de leña y su olor a cenizas,
la abuela en la esquina con su perpetuo vestido negro, pieles pigmentadas y trenzas
amarillentas recogidas bajo un sombrero de paja, sentada en su silla de cáñamo
y avellano, saluda a la mañana con agradecimiento.
Sincero, habita y deambula, Jonás, con óbito
pausado, agonizante, pintando cielos con alma ensangrentada. Lamenta su esencia cobarde y banal, suele sollozar
por los demás y se apiada de su indigencia interna ¿pero quién absuelve su
impureza? ¿Quién recoge sus equipajes secretos, sus oraciones misteriosas,
siniestras, en la estación de crucifixión? Disfrazado de sombra, su pensamiento
huye, solitario, mientras el gato níveo de la anciana madre (que sigue aún,
hoy, afirmada en su silla), lame las perspectivas…como silentes espinas.
Alguien escribió la existencia, con pluma de ave, en las paredes de su morada
de pergamino, maculado, con tinta beige de otra época.
Llueven noches, intuye lunas, sufre cada instante,
muere como tantos, jornada a jornada, siente la tristeza en los ojos de mirada
huidiza, observa la pena que invade la luz artificial del neón, reflejada en
las aceras. Es madrugada en el drug store…batidos de coco, helados y música de
clarinete, hamburguesas y cervezas, en la barra, aglomerada de gentes de paso.
Quizá mañana se acerque Jonás a contemplar los
desfiles del alba. El astro como faro de un carruaje, ilumina la ilusión y
deambula zigzagueante por los caminos, hacia otras tierras, distantes, tal vez
más fértiles y salvajes…tal vez.
11-11-2011
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