Tantas cosechas imprecisas, años 30, la gente
está digiriendo, otros vomitando el crack bursátil del 29. Campamentos improvisados, camiones
destartalados, abuelos, padres e hijos huyendo por las carreteras de tierra,
con sus maletas y su silencio migratorio. Sin dinero, sin trabajo, sin hogar,
sin ilusión. Los desheredados, los sintierra, los desnortados, marchaban hacia
una búsqueda vital. Familias enteras con cuatro cacerolas y un fuego calentando
el alimento espiritual y la sopa de pan… se vivía
a base de leche en polvo, habichuelas secas, y patatas.
Aquel
sueño en que creían, en un lapsus, se convirtió en una cruel pesadilla. Una
putada del destino, brutal paliza al interior humano, toda una generación
desgarrada…hecha añicos.
Unos granjeros en el camino tiraban de un carro,
repleto de ropas, medias pintarrajeadas y otros cacharros…mientras, para espantar a los espíritus de la miseria y
la desidia, entonaban a coro una canción que hablaba de los tiempos que corrían
por esos días:
“…Medio
millón de botas arrastrándose por el infierno
Yo era el crío del tambor. Amigo, ¿puedes darme una moneda de diez centavos?...”
Yo era el crío del tambor. Amigo, ¿puedes darme una moneda de diez centavos?...”
La gente
perseguía un lugar donde asentarse, trabajo y dinero para sobrevivir…Hacían
tremendas colas para recibir ayuda del gobierno.
Rebuscaban en
las basuras, se crearon “refugios”, los hombres saltaban a los trenes y
viajaban en busca de empleo. Con la desnutrición llegó la tuberculosis y los
inmigrantes “peleaban” por la faena con la población nativa…
La
discriminación fue espoleada por los grupos nacionalistas de derecha.
Recuerdo “Las uvas de la ira” que describe la
dramática supervivencia de la época y “Danzad, danzad malditos” que cuenta las maratones de baile, que se
organizaron en la gran depresión. Concursaban, desesperados por ganar unos
dólares para comer y dormir bajo techo…
Dorothea Lange “la fotógrafa del pueblo”, Arthur Rothstein, Walker
Evans y Gordon Parks fueron algunos de los encargados de documentar con
imágenes y vivencias este periodo de carencias y desequilibrio social…
Luego llegaría el personaje del bigote, que para
ganarse el pan, pintaba cuadros sin vida y a la sazón, explosionó La segunda
gran guerra mundial…
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